Ya ha pasado el tumulto electoral que polarizó la mente de las personas, fue como una revolución que causó antagonismos absurdos entre gente buena de nuestra sociedad y al parecer, todavía no se apaga el fuego de las pasiones, aún persiste en algunos la idea de un triunfo frustrado.
Ya es tiempo que se comience a abrir un camino de reconciliación, a nadie le gusta sentirse hostigado y acorralado, aunque este sentimiento solo sea producto de una ficción, si este sentimiento de fustigación persiste, puede suceder que la persona pueda causarse un daño irreparable, tal como le sucede a la víbora de cascabel, que al verse acorralada desata una violencia inusitada y sentirá tanta ira que se morderá ella misma.
Eso es precisamente lo que significa albergar odio y resentimiento contra otros: “es morderse a sí mismo”.
Se piensa equivocadamente que para hacer daño al que creemos nuestro enemigo se debe mostrar abiertamente una irreconciliable antipatía y un odio hacia todo lo que él representa; esta actitud no permite ver que el mayor daño se lo causa quien así actúa.
Por otra parte, la sociedad está agradecida con todos los que dedicaron tiempo, dinero y esfuerzo participando de un ejercicio democrático y ciudadano, fue un logro de todos ustedes, aunque solo uno haya tenido éxito.
Lograr algo es saber que se ha trabajado duro y que se ha dado lo mejor de sí; tener éxito es sentirse alabado por los demás, también es grato pero no tan importante ni satisfactorio, de tal manera que una persona equilibrada debe aspirar a obtener logros verdaderos y a olvidarse del éxito que es efímero.
Finalmente sería bueno quedarse con la siguiente reflexión: “perdimos la guerra, dijo el guerrero vencido, y el caudillo vencedor respondió ¡lo peor, amigo mío, fue cuando perdimos la paz!”.